Crisstian Villicaña
TIJUANA.- Imaginemos a René Castillo de niño, tirado sobre la alfombra gris de la biblioteca y al mismo tiempo cuarto de revelado de fotografía de su padre, hojeando los libros que encontraba, que podía alcanzar de los estantes.
En ese espacio de su casa pasó gran parte de la infancia, siendo esto el preámbulo para que en su juventud creara El Grafógrafo, cafebrería ubicada en el Pasaje Rodríguez con más de 13 años de vida, lectura, pan y, en especial, convivencia.
“Yo veía los libros y creo que tiene mucho que ver con el René de ahora, con que no soy y lo digo abiertamente sin remordimientos, que no soy tanto de la lectura del libro, del contenido literario o textual que tenga, sino más bien de la lectura del objeto, a mí me encanta trabajar con el objeto-libro y tiene que ver con que en la infancia yo no sabía leer cuando estaba pequeñito y me tiraba a ver los libros y a tocarlos, entonces mi primer encuentro fue con una Divina Comedia de un tamaño tres veces más que yo, en un papel como albanene, como cebolla, como ese que usan en las biblias y las ilustraciones y de Gustave Duré”, platicó el fundador y propietario de El Grafógrafo, René Castillo.
El abrir El Grafógrafo significó para René la oportunidad de encontrar personas y sus historias de vida, compartir momentos tristes, alegres, también el alimento, por su puesto la lectura, hacer del espacio una librería en todos los sentidos humanos.
Son muchas las anécdotas que guarda el lugar, siendo muy significativa la de María Antonieta Alcaraz, una trabajadora sexual que buscaba reaprender a leer tras un accidente, proceso en el que ayudaron dos pequeños hermanos y una persona que había sido deportada de Estados Unidos, la cual aprendía mientras enseñaba.
“Era la mejor lectora, la mejor usuaría de El Grafógrafo y luego estaba un señor que se llamaba Juan, que era deportado y hablaba perfecto inglés, entonces Juan venía y les leía en inglés a los niños y ellos le leían en español y María estaba escuchando y le estaban enseñando a leer a María y yo volteaba y veía a estas tres personas de diferentes edades, de diferentes contextos, con historias bien fuertes todos y dije, eso es lo que pasa aquí y aquí no importa quién eres, importa que tienes algo en común”, narró René Castillo.
El Grafógrafo es pues, un espacio para todos los que lo quieran hacer suyo, al grado, que su fundador y propietario expresa que será precisamente el público, los amigos, los lectores, los que van de pasada, los que decidan cuánto tiempo más sus puertas permanecerán abiertas, por el momento, el lugar vibra, haciendo de la lectura una convivencia.
“Me aventuro a decir que no habrá un hasta aquí, la gente te va a seguir pidiendo algo más, la cosa es encontrar quién le dé seguimiento, que se abran más librerías, hay varios proyectos, se han abierto más librerías en la ciudad y no se trata de decir nada más El Grafógrafo, qué sigue con El Grafógrafo, para mí es qué sigue con las librerías en nuestra ciudad, cuántos otros espacios se van a abrir”, finalizó René Castillo.